martes, 19 de marzo de 2013

El hogar

Durante muchos años he estado relacionada con gente que tiene familias muy unidas y/o círculos de amistades tipo amigos-desde-los-6-años, muy cerrados y que duran por mucho tiempo. Siempre sentí que me acercaba a éstos círculos un poco por que mis propias rupturas internas me hacían necesitar el "cariño de hogar" que me faltaba y un poco para acreditar mis malas experiencias dándome tintes de haber vivido mucho -como si así fuera.
Lo cierto es que, aunque en realidad no tengo uno de estos círculos de "amigos de toda la vida" y mi familia dista mucho de ser funcional, toda mi vida me he visto acogida por estas mini sociedades, aprendiendo de éstas sobretodo formas diversas de expresión emocional que nunca encontré en mi primer entorno.
La casa de mis abuelos siempre fue muy culta. Se hablaba de temas diversos con análisis detallados y opiniones "expertas". Si es que el más experto es el que grita más. Nunca faltaron las comidas diversas. Los temas de conversación de actualidad, política y cultura abundaban. Lo que siempre faltó fueron expresiones directas de cariño. En general, hasta bien entrada la adolescencia casi no toqué a nadie a menos que tuviera mi plena confianza. Incluso ahora a veces es complicado con gente que no conozco.
A veces cuesta darse cuenta de que tu hogar eres tú mismo.


       Supongo que de lo primero que me dí cuenta es de que el sexo no requería amor. Ésa fue mi primera ruptura real con el cascarón. Como y porque somos seres sexuales podemos no querer verdaderamente a nadie. Nadie nos quiere sólo por tener sexo con nosotros. Tal vez por eso mi sobre esfuerzo por ser querida. Supongo que ésa debe ser también mi primera ruptura, la que me identifica como básicamente un error de condón. 

Ése mismo error de condón me enseñó la segunda lección: ya que de cualquier forma nadie me esperaba, nadie me pidió y tampoco a tanta gente le importa quién soy, lo mejor es creer que no perteneces a nada y nada te pertenece. Así, siempre podrás huir  si alguien te dá cariño de más y tú estás muerto de miedo de que te traicionen. También funciona para evitar que te coopten. Nadie puede considerar que perteneces a una ideología por mucho tiempo o sentir que en verdad siempre estás de acuerdo con todo. Eso te despersonaliza, pero sobretodo, no te permite entender las verdaderas razones por la que la gente cree en su propia ideología. A nadie le interesa más convencerte de que está en lo correcto que alguien que cree en lo que dice o se ha casado con lo que cree que cree.

A veces pasa que tú mismo te casas con la idea de que "crees lo que crees". Sin importar si es cienciología, te has conseguido un nuevo autor favorito o te diste cuenta de que la bicicleta salvaría tu vida mientras salvas al planeta. Un día te despiertas y te das cuenta de  que eres un metalero adicto a los tatuajes que se toma un litro de chela de un trago pero, 'mierda ¿cómo llegué aquí? Creo que esto no está bien' te dices a ti mismo. Agarras tu recién vomitada chaqueta de cuero, te subes a tu Harley y vas directamente a venderla  para comprarte un nuevo guardaropa. ¿Qué Barbie seré hoy?  Y sigues creyendo que crees en lo que crees.

Otras veces pasa que crees en lo que dices. Por supuesto que es más esporádico, pero también pasa. Esto es como esa sensación cuando una imagen en una película de terror o suspenso te deja imaginar lo que hay detrás de la sombra sin mostrártelo. También funciona con la analogía de la zanahoria y el burro que la persigue. Aunque a veces se auto-completa a gusto de las circunstancias, esto se asume como decisión propia de vida, se escoge como zanahoria y funciona como recordatorio de que el autogobierno y la libertad no existen más que dentro de uno.







"¿No tiene inspiración? ¿Su obra literaria se 
siente estancada? Diseñe su propio 
alterego aquí y descubra un nuevo 
mundo de respuestas, creadas por 
una personaje que se parece a usted, 
pero no tiene que acatar las leyes del país".

-Sacado de www.diseñesualterego.com 



No hay comentarios: