Supongo que tardé un millón de años en volver a hablar conmigo misma. Podría decir que las presiones del matrimonio y la estresante vida de estudiante no me lo permitieron, pero estaría mintiendo; la verdad no podía ni quería saber nada de mi.
Y es sólo ahora cuando me siento a reflexionar frente a mi pantalla con un cigarro en la boca sobre lo que me he convertido... Y me gusta.
Por estúpido que parezca recuperé la inocencia de los 18 que vino a mi como redención de toda mi maldad y soberbia. Me encuentro de pronto sin saber la verdad ni querer saberla, disfrutando las cosas que hago porque sé que me dirigen a un lugar específico, aunque no sé cuál es ese lugar.
En camino que me trazo día a día escribiré esto, a modo de vertedero de emociones e ideas, sólo para celebrar que regresé...
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